Un adiós a Fidel en Santa Ifigenia
A
las 6:50 de la mañana del 4 de Diciembre entran por el portón del Cementerio de
Santa Ifigenia las cenizas de Fidel Castro. Hace una mañana espléndida de
domingo, inusitadamente fresca en esta ciudad caribe, como si se hubieran
confabulado los vientos para recibir al Comandante en Jefe sobre la tierra de
Cuba.
Cuando
frente al edificio administrativo de Santa Ifigenia se detiene el armón militar
que ha peregrinado con la urna de cedro por casi toda la Isla, ya están
alineados los miembros del Buró Político, con el General de Ejército Raúl
Castro Ruz a la cabeza en la explanada contigua frente al austero monumento
donde reposarán las cenizas. El mausoleo es una piedra pulida, igual que las
que abundan en los márgenes del Río Cauto, solo que esta es de granito y
proviene del yacimiento de Las Guásimas, al este de Santiago de Cuba. En el
corazón de la roca, hay un tajo cuadrado donde va la urna protegida por una
placa que lleva grabado una sola palabra: Fidel.
Hay
otros detalles que conmueven de este lugar, delimitado por helechos, palmas y
los califas moradas de la Sierra Maestra, que también acompañan el Mausoleo de
los Combatientes del Segundo Frente, donde yace Vilma Espín. A la derecha, una
pared de hormigón donde se puede leer, en letras doradas, el concepto de
Revolución que expresó Fidel el 1 de mayo de 2000 y que los cubanos han
refrendado en estos días de luto.
Fidel
no está solo en Santa Ifigenia. Lo acompañan cubanos que él adoró en vida,
comenzando por José Martí, los mártires del ataque al Cuartel Moncada y los
caídos en misiones internacionalistas. En el horizonte, las montañas de la
Sierra Maestra. A unos pasos de su tumba, Carlos Manuel de Céspedes, Mariana
Grajales, 32 generales de las guerras de Independencia contra el colonialismo
español, los hermanos Frank y Josué País….
Cuando
la banda de música interpreta las notas de la cantata “Eterno Fidel”, la
pequeña urna que se guardaba dentro de la caja de cedro, llega hasta las manos
de Dalia Soto del Valle, su esposa, que es la estampa de la dignidad y el
dolor. Detrás de ella está la familia y justo frente, al otro lado del
Mausoleo, más de 40 invitados internacionales, amigos del Comandante y
personalidades que asistieron ayer al acto en la Plaza Antonio Maceo. Cuando el
arca con las cenizas llega hasta Raúl, sus manos ya no tiemblan. La coloca
contra su pecho, la alza hasta el orificio en el interior de esta gran piedra y
se le escapa un largo suspiro. Este momento de la ceremonia no dura más de tres
minutos, pero pesan como horas sobre los hombros de todos los presentes. Corren
lágrimas en los rostros de los curtidos guerrilleros, de las mujeres y hombres
que están aquí. Pero no hay lamentos, ni gritos, ni gestos que distraigan la
solemnidad de estos instantes.
A
lo lejos solo se escucha la marcha que viene desde la Plaza Antonio Maceo hasta
las cercanías de la necrópolis: “Yo soy Fidel”, “Yo soy Fidel”, y ese es el
único sonido que se alternará, como un eco allá a lo lejos, durante toda la
ceremonia con el Himno Nacional, la música luctuosa, los pasos firmes de los
soldados del Departamento de Ceremonias de las Fuerzas Armadas y las salvas de
la artillería.
Después
de colocar la tapa en el nicho, todo ocurre mucho más rápido. Toque de
atención. Himno Nacional. 21 salvas de cañones. Una grabación con la voz de
Fidel que nos devuelve el concepto de Revolución. Relevo de la guardia de
honor, tanto la formada previamente ante el Mausoleo de Martí, como la que
escolta el lugar de reposo de Fidel. Los presentes, incluidos las escoltas y
los compañeros que cuidaron al líder de la Revolución en sus últimos años,
depositan rosas blancas en la base del panteón. La fila comienza con Raúl y
termina con el argentino Diego Armando Maradona, y entre uno y otro los
presidentes Nicolás Maduro –Venezuela-, Daniel Ortega –Nicaragua-, Evo Morales
–Bolivia-, Denis Sassou-Nguesso –Congo-, Malatu Teshome –Etiopía-, Alfred
Marie-Jeanne –presidente del Consejo Regional de La Martinica- y los ex
mandatarios, Luiz Inacio Lula da Silva y Dilma Rousseff, de Brasil.
Como
se había anunciado previamente, ha sido una ceremonia solemne y privada. Y
aunque no se dijo en la nota que anunció la despedida en Santa Ifigenia, no
sorprende que también sea profundamente conmovedora, escoltada por sus seres y
muertos queridos, sin más lujo que el que poseen las piedras y los helechos de
las montañas. A las 7:40 de la mañana salieron los últimos dolientes del
cementerio de Santiago de Cuba. Fidel descansa en paz. Hasta siempre,
Comandante.
¡Fidel, el inmorible!
Impresionante,
conmovedora y a la vez estimulante fue la ceremonia que vivimos en la Plaza de
la Revolución en la que el pueblo cubano y los invitados que llegamos desde los
cuatro puntos cardinales despedíamos al Comandante Fidel Castro Ruz. Un mar de
gente trataba de ocultar su tristeza oceánica, disimular una lágrima
imprevista, y mirar, con temprana melancolía, la estatua del Apóstol que
presidía los ideales y las convicciones de un pueblo digno, soberano y
combativo: siempre respaldado con los inmensos retratos de Camino Cienfuegos y
el Che.
En
el salón “Granma” están las cenizas del estadista, del guerrillero invicto, del
ingenioso conductor de una revolución que nos reconcilia con la condición
humana, del padre y amigo entrañable. La notable periodista argentina Stella
Calloni, con quien tuvimos la fortuna de estar en más de una ocasión con Fidel,
acaso adivinando mi desolación infinita, escucho que me dice con ternura, como
para darme ánimos: ” contemplando a todo este pueblo, puedo decir que Fidel es
un inmorible”. Yo no sé si existe esa palabra, pero sí sé que ahora, Fidel, el
comandante, El Caballo, galopa para siempre por confines insospechados, porque
en verdad es un inmorible, como el sol.
Bien
dice Pepe Mujica que tan sólo de ver a Fidel, de conversar con él, era como
rejuvenecer, de empaparse de esperanzas para continuar nuestras luchas por un
mundo mejor. Fidel se ha ido, pero escuchamos
su tambor, su voz amable que nos dice como nadie: “Desmaya, eso, muchacho,
desmaya” cuando andábamos extraviados en nuestras apresuradas apreciaciones.
¿Dónde
está Fidel?, preguntó Daniel Ortega. “Aquí”. Era un huracán sonoro que venía
del batey humilde, de los mambises aguerridos, del malecón amoroso, de la
Sierra Maestra, de Alegría de Pio, de Girón, del período especial. “Aquí” dijo
el pueblo martiano, agradecido, que no despedía sino saludaba a su hijo
inmortal. Y aquí estamos con Fidel, en estas altas horas de dolor y de
esperanza. Aquí estamos para luchar contra el bloqueo del imperio, aquí estamos
para demandar la vuelta a la patria cubana de Guantánamo. Aquí estamos, siempre
solidarios frente a las amenazas, las agresiones, las provocaciones. ¡Viva
Cuba! ¡Siempre es 26!
Raúl Castro: “La permanente enseñanza
de Fidel es que sí se puede”
Discurso pronunciado por el General de
Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido
Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en el
acto político en homenaje póstumo al Comandante en Jefe de la Revolución
Cubana, Fidel Casto Ruz, en la Plaza Mayor General Antonio Maceo Grajales, de
Santiago de Cuba, el 3 de diciembre de 2016, “Año 58 de la Revolución”.
Estimados
Jefes de Estado y de Gobierno;
Destacadas
personalidades que nos acompañan;
Compatriotas
que se encuentran hoy aquí en representación de las provincias orientales y el
Camagüey;
Santiagueras
y santiagueros;
Querido
pueblo de Cuba:
En
la tarde de hoy, tras su arribo a esta heroica ciudad, el cortejo fúnebre con
las cenizas de Fidel, que reeditó en sentido inverso la Caravana de la Libertad
de enero de 1959, realizó un recorrido por sitios emblemáticos de Santiago de
Cuba, cuna de la Revolución, donde, al igual que en el resto del país, recibió
el testimonio de amor de los cubanos.
Mañana
sus cenizas serán depositadas en una sencilla ceremonia en el Cementerio de
Santa Ifigenia, muy cerca del mausoleo del Héroe Nacional José Martí; de sus
compañeros de lucha en el Moncada, el Granma y el Ejército Rebelde; de la
clandestinidad y las misiones internacionalistas.
A
pocos pasos se encuentran las tumbas de Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de
la Patria, y de la legendaria Mariana Grajales, madre de los Maceo, y me atrevo
a improvisar en este acto, que también madre de todos los cubanos y
cubanas. Cercano también está el panteón
con los restos del inolvidable Frank País García, joven santiaguero, asesinado
por esbirros de la tiranía batistiana con apenas 22 años, un mes después de que
cayera combatiendo en una acción en esta ciudad su pequeño hermano Josué. La edad de Frank no le impidió acumular una
ejemplar trayectoria de combate contra la dictadura, en la que se destacó como
jefe del levantamiento armado de Santiago de Cuba, el 30 de noviembre de 1956,
en apoyo al desembarco de los expedicionarios del Granma, así como la
organización del decisivo envío de armamento y combatientes al naciente
Ejército Rebelde en la Sierra Maestra.
Desde
que se conoció, ya tarde en la noche del 25 de noviembre, la noticia del deceso
del líder histórico de la Revolución Cubana, el dolor y la tristeza se
adueñaron del pueblo que, profundamente conmovido por su irreparable pérdida
física, demostró entereza, convicción patriótica, disciplina y madurez al
acudir de forma masiva a las actividades de homenaje organizadas y hacer suyo
el juramento de fidelidad al concepto de Revolución, expuesto por Fidel el
Primero de Mayo del año 2000. Entre los
días 28 y 29 de noviembre millones de compatriotas estamparon sus firmas en
respaldo a la Revolución.
En
medio del dolor de estas jornadas nos hemos sentido reconfortados y orgullosos,
una vez más, por la impresionante reacción de los niños y jóvenes cubanos, que
reafirman su disposición a ser fieles continuadores de los ideales del líder de
la Revolución.
En
nombre de nuestro pueblo, del Partido, el Estado, el Gobierno y de los
familiares reitero el agradecimiento más profundo por las incontables muestras
de afecto y respeto a Fidel, sus ideas y su obra, que continúan llegando desde
todos los confines del planeta.
Fiel
a la ética martiana de que “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”,
el líder de la Revolución rechazaba cualquier manifestación de culto a la
personalidad y fue consecuente con esa actitud hasta las últimas horas de vida,
insistiendo en que, una vez fallecido, su nombre y su figura nunca fueran
utilizados para denominar instituciones, plazas, parques, avenidas, calles u
otros sitios públicos, ni erigidos en su memoria monumentos, bustos, estatuas y
otras formas similares de tributo.
En
correspondencia con la determinación del compañero Fidel, presentaremos al
próximo período de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, las
propuestas legislativas requeridas para que prevalezca su voluntad.
Con
razón, el querido amigo Bouteflika, presidente de Argelia, expresó que Fidel
poseía la extraordinaria capacidad de viajar al futuro, regresar y
explicarlo. El 26 de Julio de 1989, en
la ciudad de Camagüey, el Comandante en Jefe predijo, con dos años y medio de
antelación, la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista, y
aseguró ante el mundo que si se dieran esas circunstancias, Cuba continuaría
defendiendo las banderas del socialismo.
La
autoridad de Fidel y su relación entrañable con el pueblo fueron determinantes
para la heroica resistencia del país en los dramáticos años del período
especial, cuando el Producto Interno Bruto cayó un 34,8% y se deterioró
sensiblemente la alimentación de los cubanos, sufrimos apagones de 16 y hasta
20 horas diarias y se paralizó buena parte de la industria y el transporte
público. A pesar de ello se logró
preservar la salud pública y la educación a toda nuestra población.
Vienen
a mi mente las reuniones del Partido en los territorios: oriental, en la ciudad
de Holguín; central, en la ciudad de Santa Clara, y occidental, en la capital
de la república, La Habana, efectuadas en julio de 1994 para analizar cómo
enfrentar con mayor eficiencia y cohesión los retos del período especial, el
creciente bloqueo imperialista y las campañas mediáticas dirigidas a sembrar el
desánimo entre la ciudadanía. De esas
reuniones, incluyendo la de occidente, que presidió Fidel, salimos todos
convencidos de que, con la fuerza y la inteligencia de las masas cohesionadas
bajo la dirección del Partido, sí se podía y se pudo convertir el período
especial en una nueva batalla victoriosa en la historia de la patria.
Entonces
pocos en el mundo apostaban por nuestra capacidad de resistir y vencer ante la
adversidad y el reforzado cerco enemigo; sin embargo, nuestro pueblo bajo la
conducción de Fidel dio una inolvidable lección de firmeza y lealtad a los
principios de la Revolución.
Al
rememorar esos difíciles momentos, creo justo y pertinente retomar lo que sobre
Fidel expresé el 26 de Julio de 1994, uno de los años más difíciles, en la Isla
de la Juventud, hace más de 22 años, cito:
“…el más preclaro hijo de Cuba en este siglo, aquel que nos demostró que
sí se podía intentar la conquista del Cuartel Moncada; que sí se podía convertir
aquel revés en victoria”, que logramos cinco años, cinco meses y cinco días,
aquel glorioso Primero de Enero de 1959, esto último añadido a las palabras
textuales que dije en aquella ocasión.
Nos
demostró “que sí se podía llegar a las costas de Cuba en el yate Granma; que sí
se podía resistir al enemigo, al hambre, a la lluvia y el frío, y organizar un
ejército revolucionario en la Sierra Maestra tras la debacle de Alegría de Pío;
que sí se podían abrir nuevos frentes guerrilleros en la provincia de Oriente,
con las columnas de Almeida y la nuestra; que sí se podía derrotar con 300
fusiles la gran ofensiva de más de 10 000 soldados”, que al ser derrotados el
Che escribió en su Diario de Campaña, que con esa victoria se le había partido
la columna vertebral al ejército de la tiranía; “que sí se podía repetir la
epopeya de Maceo y Gómez, extendiendo con las columnas del Che y Camilo la
lucha desde el oriente hasta el occidente de la isla; que sí se podía derrocar,
con el respaldo de todo el pueblo, la tiranía batistiana apoyada por el
imperialismo norteamericano.
“Aquel que nos enseñó que sí se podía derrotar
en 72 horas” y aún menos, “la invasión mercenaria de Playa Girón y proseguir al
mismo tiempo la campaña para erradicar el analfabetismo en un año”, como se
logró en 1961.
Que
sí se podía proclamar el carácter socialista de la Revolución a 90 millas del
imperio, y cuando sus naves de guerra avanzaban hacia Cuba, tras las tropas de
la brigada mercenaria; que sí se podía mantener con firmeza los principios
irrenunciables de nuestra soberanía sin temer al chantaje nuclear de Estados
Unidos en los días de la Crisis de los misiles en octubre de 1962.
“Que
sí se podía enviar ayuda solidaria a otros pueblos hermanos en lucha contra la
opresión colonial, la agresión externa y el racismo.
“Que sí se podía derrotar a los racistas
sudafricanos, salvando la integridad territorial de Angola, forzando la
independencia de Namibia y asestando un rudo golpe al régimen del apartheid.
“Que sí se podía convertir a Cuba en una
potencia médica, reducir la mortalidad infantil a la tasa más bajas del Tercer
Mundo, primero, y del otro mundo rico después; porque en este continente por lo
menos tenemos menos mortalidad infantil de menores de un año de edad que Canadá
y los propios Estados Unidos, y, a su vez, elevar considerablemente la
esperanza de vida de nuestra población.
“Que sí se podía transformar a Cuba en un gran
polo científico, avanzar en los modernos y decisivos campos de la ingeniería
genética y la biotecnología; insertarnos en el coto cerrado del comercio
internacional de fármacos; desarrollar el turismo, pese al bloqueo
norteamericano; construir pedraplenes en el mar para hacer de Cuba un
archipiélago cada vez más atractivo, obteniendo de nuestras bellezas naturales
un ingreso creciente de divisas.
“Que sí se puede resistir, sobrevivir y
desarrollarnos sin renunciar a los principios ni a las conquistas del
socialismo en el mundo unipolar y de omnipotencia de las transnacionales que
surgió después del derrumbe del campo socialista de Europa y de la
desintegración de la Unión Soviética.
“La permanente enseñanza de Fidel es que sí se
puede, que el hombre es capaz de sobreponerse a las más duras condiciones si no
desfallece su voluntad de vencer, hace una evaluación correcta de cada
situación y no renuncia a sus justos y nobles principios.” Fin de la cita.
Esas
palabras que expresé hace más de dos décadas sobre quien, tras el desastre del
primer combate en Alegría de Pío, del que pasado mañana se cumplirán 60 años,
nunca perdió la fe en la victoria, y 13 días después, ya en las montañas de la
Sierra Maestra, un 18 de diciembre del año mencionado, al reunir siete fusiles
y un puñado de combatientes, exclamó: “¡Ahora sí ganamos la guerra! (Aplausos y
exclamaciones de: “¡Fidel, Fidel! ¡Ese es Fidel!”)
Ese
es el Fidel invicto que nos convoca con su ejemplo y con la demostración de que
¡Sí se pudo, sí se puede y sí se podrá! (Aplausos y exclamaciones de: “¡Sí se
puede!) O sea, repito que demostró que
sí se pudo, sí se puede y se podrá superar cualquier obstáculo, amenaza o
turbulencia en nuestro firme empeño de construir el socialismo en Cuba, o lo
que es lo mismo, ¡Garantizar la independencia y la soberanía de la patria!
Ante
los restos de Fidel en la Plaza de la Revolución Mayor General Antonio Maceo
Grajales, en la heroica ciudad de Santiago de Cuba, ¡Juremos defender la patria
y el socialismo! (Exclamaciones de: “¡Juramos!)
Y juntos reafirmemos toda la sentencia del Titán de Bronce: “¡Quien
intente apropiarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si
no perece en la lucha!
Un legado de Fidel para el mundo:
teoría y práctica.
Desde
sus estudios secundarios en los años 1950, Fidel Castro empezó a familiarizarse
con los escritos y las actividades de José Martí, entre otros cubanos del siglo
XIX que lucharon por la justicia social y la independencia de España. Fidel
leyó los 28 volúmenes de la obra de Martí. También estudió los trabajos y las
actividades prácticas de Marx, Engels y Lenin. Analizó y profesaba un gran
respeto por la revolución bolchevique. En el primer período de sus admirables
estudios autodidácticos, vivió y fue activo políticamente, no solamente en Cuba
sino también en otros países latinoamericanos, como en República Dominicana.
Las tradiciones e ideas revolucionarias de la región influyeron también en su
manera de pensar. Éstas absorbieron su pensamiento y su espíritu político como revolucionario
de una rápida evolución, listo a entregar su vida por la causa de los más
vulnerables. Su sed por familiarizarse con las diferentes tendencias del
pensamiento y la acción política cubana e internacional lo acompañó toda su
vida.
Entre
muchos otros aspectos, el legado de Fidel reside en su singular capacidad para
unir la teoría y la práctica. Y lo hizo, teniendo en cuenta su longevidad
política sin precedentes históricos, como ningún otro revolucionario del siglo
XX y de comienzos del siglo XXI. Gabriel García Márquez, icono del pensamiento
latinoamericano, quien lo conoció muy bien personalmente, escribió que Fidel es
“el antidogmático por excelencia” (“A Personal Portrait of Fidel Castro.” In
Fidel Castro, Fidel: My Early Years, Ocean Press, Melbourne, 1998, página 17).
Vale la pena detenernos a reflexionar acerca de la evaluación del alcance del
antidogmatismo de Fidel.
El
Che Guevara vivió y luchó con Fidel Castro en el centro de la Sierra Maestra, y
luego del triunfo de 1959. Estando en Bolivia, el 26 julio de 1967, aniversario
del ataque a Moncada, el Che escribió en su diario boliviano acerca del
“significado del 26 julio, como una rebelión contra las oligarquías y contra
los dogmas revolucionarios” (Ernesto Che Guevara, The Bolivian Diary of Ernesto
Che Guevara, Pathfinder Press, Montreal, 1994, página 239). Sí, usted leyó
correctamente: “dogmas revolucionarios”. Fidel y el movimiento que lideró
fueron forzados a irse contra la corriente dominante de la izquierda en aquel
momento en Cuba, abriendo para ello el camino de la lucha armada por medio del
ataque a dos cuarteles de Batista, entre ellos el de Moncada. De esta manera,
esta rebelión fue también una revuelta contra esta izquierda, incapaz de
entender ese momento histórico. Desde el punto de vista de una parte de la
izquierda, Moncada no fue “políticamente correcto”. Parte de la izquierda,
tanto en Cuba como a nivel internacional, difamaron a Fidel Castro como el
protagonista de un “golpe pequeñoburgués” por esta vanguardista rebelión contra
el Moncada. Supuestamente, ésta acción fue considerada como no justificada por
los seguidores de los “manuales” marxistas, vistos por ellos como dogmas fijos
en el tiempo y el espacio, antes que como una guía para la acción. Fidel dio un
giro al pensamiento y a la práctica revolucionarios. Las estrategias y
condiciones de los bolcheviques no fueron las mismas que existían en Cuba en
los años 1950, que llevaron al triunfo de la revolución en 1959. La situación
actual de Cuba tampoco es la misma que en 1959. Tan sólo una revolución como la
cubana, depurada del dogmatismo, puede navegar en un mundo en cambio
permanente.
En
los años 1950, Fidel logró que la tendencia recalcitrante de la izquierda
cubana se uniera a la causa. Lo hizo a través de las acciones del Movimiento 26
de julio, dentro de un espíritu de autosacrificio y del nuevo pensamiento
político. Éste último, expresado en su discurso “La historia me absolverá”,
constituyó su defensa ante el juicio seguido a su captura, después de la
derrota de Moncada. Todos estos factores combinados sacudieron profundamente a
Cuba, algo que tan sólo podía producir un pensador independiente, junto con sus
colaboradores.
Lo
demás es historia. ¡Pero no! ¿Cuántas veces luchó Fidel Castro contra la
corriente y sacó a Cuba del callejón sin salida del desastre? Tan sólo una
ilustración: en 1991, Fidel rechazó las reformas de Mijaíl Gorbachov y la
capitulación ante Estados Unidos. De hecho, previó la caída de la URSS dos años
antes de que ésta sucediera. ¿Dónde este requisito de resistencia y rebelión de
vida y muerte, es expresado explícitamente en cualquiera de los trabajos de
Marx, Lenin o José Martí? Aún si todas estas figuras políticas transpiran los
principios, las ideas y la devoción del autosacrificio por la causa del pueblo
que son aplicados a tales desafíos impredecibles. No obstante, aún con esta
herencia del siglo XX y comienzos del siglo XXI, durante los amenazantes y
turbulentos tiempos desconocidos entre finales de 1980 y 1991, los mismos
revolucionarios cubanos debieron crear el camino a seguir. Estados Unidos
esperaba la oportunidad, lamiendo sus heridas, con la idea de que Cuba cayera.
¿Dónde podría estar Cuba ahora si no hubiese roto relaciones en aquella época
para de nuevo permanecer fiel a su tradición antidogmática, permitiendo así
guiarse por nuevas ideas y orientaciones?
De
esta manera, el legado de Fidel reside en su capacidad para unir la teoría y la
práctica —o la práctica y la teoría, a través del análisis de las “condiciones
concretas”. Es cierto que este “análisis” presupone un punto de vista teórico.
Sin embargo, esta perspectiva, aplicada a la noción de “condiciones concretas”,
significó observar el mundo concreto y comprender las necesidades y
aspiraciones de las grandes mayorías del pueblo cubano en un momento
determinado. Esta capacidad para unir, intrínseca y consistentemente, la teoría
y la práctica, contribuyó a la formación de un revolucionario como Fidel.
Algunos
podrían decir que al tratar este liderazgo ejemplar de Fidel acerca de la
teoría y la práctica, se podría caer en la individualización de Fidel y así en
la personalización de la Revolución cubana en detrimento del papel jugado por
el pueblo y sus más cercanos colaboradores. Sin embargo, nada puede estar más
lejos de la verdad. ¿En qué otra fuente, si no es en el pueblo, tiene éxito
este análisis concreto y estas condiciones concretas? Las condiciones concretas
corresponden al pueblo y a su continuo movimiento. La teoría y la práctica son
inseparables cuando se trata de Fidel.
Adicionalmente
a esta lección de método, manifestaciones concretas tales como sus
pronunciamientos acerca de una miríada de temas domésticos e internacionales,
hacen parte de su legado. En 2001, por ejemplo, dijo: “revolución es sentido
del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado”. Esto dio a
los cubanos una orientación práctica en la actividad política cotidiana. En
2005, cuando hacía frente a problemas domésticos, dijo: “Este país puede
autodestruirse. Esta revolución puede autodestruirse, pero ellos [los poderes
extranjeros] nunca podrán destruirnos; podremos destruirnos a nosotros mismos,
y esto sería culpa nuestra”. En el complejo contexto del tema de las relaciones
Cuba-Estados Unidos, desde el 17 de diciembre de 2014 Fidel expresó sus
opiniones en varias ocasiones. Éstas no son solamente pertinentes sino
necesarias para guiar las políticas cubanas actuales y futuras, así como para
despertar la conciencia en la gente progresista del mundo entero con relación a
estas polémicas preocupaciones internacionales.
No
se puede sobrestimar el papel del individuo en la historia, pero sería engañoso
subestimarlo. Charles Darwin, por ejemplo, fue un naturalista que postuló las
teorías de la evolución y de la selección natural. Darwin rompió el molde
estudiando los trabajos de otros científicos a quienes había consultado y, más
importante aún, resultó ser el análisis de la naturaleza que hizo por su propia
cuenta. De forma similar, Marx siguió este camino para hacer sus propios
descubrimientos en el pensamiento social y político. Aun cuando no estoy
comparando a Fidel con Darwin o Marx —pues él mismo condenaría una comparación
tan injustificada, el principio del papel que juega la determinación individual
en la apertura de nuevos caminos hasta ahora inexplorados, estableciendo
vínculos entre el pensamiento y las condiciones, se aplica a Fidel. Es un
arquetipo sobresaliente del siglo XX y hasta bien entrado el siglo XXI, ya que
su pensamiento y su ejemplo serán aplicables por lo menos durante varias
décadas más en este siglo.
Fidel
fue una figura política que pensó por sí mismo. Sin embargo, su enfoque se basó
ante todo en principios revolucionarios. Antidogmático por excelencia, en Fidel
la teoría y la práctica del movimiento de los más vulnerables de Cuba fue
entrelazada con cada uno de ellos, hasta el punto que cada uno fue
indistinguible por sí solo. Él triunfó en su camino más allá que nadie más
desde 1940 hasta el 11 octubre de 2016, última ocasión en que sus palabras
fueron publicadas. Sin embargo, Fidel tuvo la última palabra el 25 noviembre de
2016 cuando Cuba —un pequeño país del tercer mundo, bloqueado, que tan sólo 56
años atrás rompió las ataduras de 500 años de colonialismo e imperialismo— fue
el centro del mundo, sin dejar a nadie, amigos o enemigos, indiferente frente a
este gigante de la teoría y la práctica. En la larga vida y obra de Fidel
Castro, nunca se presentó una brecha entre la teoría y la práctica: éstas
fueron una sola. Este legado, aplicable universalmente, hace ahora parte del
camino a seguir por los sectores progresistas de la humanidad, por la gente
vinculada a las fuerzas de izquierda y por los revolucionarios.
Dicen de Fidel
Dicen
que no quiso llegar al 2017, después de vivir casi un siglo.
Dicen
que antes de irse, dio gracias a la vida a la que ha revolucionado tanto.
Dicen
que en el momento de partir, Fidel miró hacia atrás, y vio a Cuba de pie.
Dicen
que se volvió una vez más, y mirando al pueblo cubano, con su voz finita de
intimidad, le dijo que no afloje, que siga el camino. Que volverían a
encontrarse en cada esquina de la historia, cantando juntas y juntos, en clave
de sol.
Dicen
que Fidel tenía una sonrisa en los labios, porque sentía que en el viaje se
encontraría con Chávez, con Camilo, con Celia, con Haydée, con el Che… a
quienes extrañaba tanto siempre, como a la victoria.
Dicen
que Fidel se fue soñando nuevas revoluciones en distintos pueblos y galaxias.
Dicen
que dijo, antes de marcharse, que ahora nos tocará a nosotras, a nosotros,
seguir abriendo a machete los surcos de la vida nueva.
Dicen
que dijo que lo había dado todo, pero todito todo, en el esfuerzo de sembrar y
cosechar dignidad en los territorios arrasados.
Dicen
que Fidel quedó grabado en la zafra millonaria, en playa
Girón,
en ese pueblo sin analfabetos, en los centros de salud, en los campos de
Angola, en las misiones internacionalistas de médicos, médicas,
alfabetizadores/as y guerrilleros/as generosamente desparramados por el mundo.
Dicen
que antes de partir se rió en las narices de Trump, se burló de su recién
estrenado despotismo, y cumplió su última misión, desbloqueando -a codazos con
el poder mundial- los bordes de la historia.
Dicen
que el necio gigantón ya no está para charlarnos por horas de lo humano y lo
divino, haciendo del discurso interminable la revolución permanente, la
pedagogía del decir y del hacer. Dicen que sus palabras no quedaron atrapadas
en los libros, sino en los corazones apasionados, y en las manos creadoras de
los pueblos.
Dicen
que el necio se murió como vivió, acunado por el amor de su gente, que hace de
Fidel ladrillos y semillas; que hace de
Fidel
fuego y rebeldía; que hace de Fidel un rincón de la utopía colectiva que
encendemos cotidianamente las mujeres y los hombres del pueblo.
Dicen
que entró caminando en la historia, con su barba larga y su chaqueta verde
oliva.
Dicen
que el silencio retumbó en los continentes olvidados.
Dicen
que de muchos silencios se hizo el grito que nos desgarró el alma.
Dicen
que Fidel se fue, y dicen que ya está llegando.
Dicen
que nuestros corazones se agrandan para recibirlo entero.
Dicen
que nuestras emociones no gritan, sino susurran, como un gesto profundo,
necesario, y como un compromiso: Gracias Fidel. Hasta la victoria siempre.
Mensaje de la Brigada médica en
Trinidad y Tobago ante el fallecimiento del Comandante Fidel Castro.
Comandante:
Conocer
de su partida, ha dejado en nosotros un profundo dolor, decirle estas palabras
sabiendo que serán las últimas alberga un gran sufrimiento. Sabemos que su
camino no ha sido fácil, por eso sus sueños, ideas, ilusiones y reflexiones
junto a su historia, siempre lo compartiremos. Gracias por enseñarnos el camino
templado, razonable, equitativo y justiciero de nuestra Revolución, por
enseñarnos a pensar, añorar y sobre todo amar a nuestra patria. No tenemos duda
que cada experiencia vivida de su historia ha contribuido a la sólida base de
nuestros principios. Físicamente ha llegado a su fin, pero esté seguro que
estará presente por la eternidad en nuestros corazones, confíe en nosotros,
seguiremos sus pasos, su lucha hasta alcanzar la meta de sus sueños, nos
corresponde a nosotros seguir su misión, hay mucho camino que recorrer, no nos
dejaremos vencer. El mundo entero sabrá que con el silencio de su corazón su
rol en este planeta no ha finalizado, su legado lo llevaremos a cada rincón de
este universo.
Un
gran abrazo, descanse en Paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario