Rincón de Fidel

Un adiós a Fidel en Santa Ifigenia





























A las 6:50 de la mañana del 4 de Diciembre entran por el portón del Cementerio de Santa Ifigenia las cenizas de Fidel Castro. Hace una mañana espléndida de domingo, inusitadamente fresca en esta ciudad caribe, como si se hubieran confabulado los vientos para recibir al Comandante en Jefe sobre la tierra de Cuba.
Cuando frente al edificio administrativo de Santa Ifigenia se detiene el armón militar que ha peregrinado con la urna de cedro por casi toda la Isla, ya están alineados los miembros del Buró Político, con el General de Ejército Raúl Castro Ruz a la cabeza en la explanada contigua frente al austero monumento donde reposarán las cenizas. El mausoleo es una piedra pulida, igual que las que abundan en los márgenes del Río Cauto, solo que esta es de granito y proviene del yacimiento de Las Guásimas, al este de Santiago de Cuba. En el corazón de la roca, hay un tajo cuadrado donde va la urna protegida por una placa que lleva grabado una sola palabra: Fidel.
Hay otros detalles que conmueven de este lugar, delimitado por helechos, palmas y los califas moradas de la Sierra Maestra, que también acompañan el Mausoleo de los Combatientes del Segundo Frente, donde yace Vilma Espín. A la derecha, una pared de hormigón donde se puede leer, en letras doradas, el concepto de Revolución que expresó Fidel el 1 de mayo de 2000 y que los cubanos han refrendado en estos días de luto.
Fidel no está solo en Santa Ifigenia. Lo acompañan cubanos que él adoró en vida, comenzando por José Martí, los mártires del ataque al Cuartel Moncada y los caídos en misiones internacionalistas. En el horizonte, las montañas de la Sierra Maestra. A unos pasos de su tumba, Carlos Manuel de Céspedes, Mariana Grajales, 32 generales de las guerras de Independencia contra el colonialismo español, los hermanos Frank y Josué País….
Cuando la banda de música interpreta las notas de la cantata “Eterno Fidel”, la pequeña urna que se guardaba dentro de la caja de cedro, llega hasta las manos de Dalia Soto del Valle, su esposa, que es la estampa de la dignidad y el dolor. Detrás de ella está la familia y justo frente, al otro lado del Mausoleo, más de 40 invitados internacionales, amigos del Comandante y personalidades que asistieron ayer al acto en la Plaza Antonio Maceo. Cuando el arca con las cenizas llega hasta Raúl, sus manos ya no tiemblan. La coloca contra su pecho, la alza hasta el orificio en el interior de esta gran piedra y se le escapa un largo suspiro. Este momento de la ceremonia no dura más de tres minutos, pero pesan como horas sobre los hombros de todos los presentes. Corren lágrimas en los rostros de los curtidos guerrilleros, de las mujeres y hombres que están aquí. Pero no hay lamentos, ni gritos, ni gestos que distraigan la solemnidad de estos instantes.
A lo lejos solo se escucha la marcha que viene desde la Plaza Antonio Maceo hasta las cercanías de la necrópolis: “Yo soy Fidel”, “Yo soy Fidel”, y ese es el único sonido que se alternará, como un eco allá a lo lejos, durante toda la ceremonia con el Himno Nacional, la música luctuosa, los pasos firmes de los soldados del Departamento de Ceremonias de las Fuerzas Armadas y las salvas de la artillería.
Después de colocar la tapa en el nicho, todo ocurre mucho más rápido. Toque de atención. Himno Nacional. 21 salvas de cañones. Una grabación con la voz de Fidel que nos devuelve el concepto de Revolución. Relevo de la guardia de honor, tanto la formada previamente ante el Mausoleo de Martí, como la que escolta el lugar de reposo de Fidel. Los presentes, incluidos las escoltas y los compañeros que cuidaron al líder de la Revolución en sus últimos años, depositan rosas blancas en la base del panteón. La fila comienza con Raúl y termina con el argentino Diego Armando Maradona, y entre uno y otro los presidentes Nicolás Maduro –Venezuela-, Daniel Ortega –Nicaragua-, Evo Morales –Bolivia-, Denis Sassou-Nguesso –Congo-, Malatu Teshome –Etiopía-, Alfred Marie-Jeanne –presidente del Consejo Regional de La Martinica- y los ex mandatarios, Luiz Inacio Lula da Silva y Dilma Rousseff, de Brasil.
Como se había anunciado previamente, ha sido una ceremonia solemne y privada. Y aunque no se dijo en la nota que anunció la despedida en Santa Ifigenia, no sorprende que también sea profundamente conmovedora, escoltada por sus seres y muertos queridos, sin más lujo que el que poseen las piedras y los helechos de las montañas. A las 7:40 de la mañana salieron los últimos dolientes del cementerio de Santiago de Cuba. Fidel descansa en paz. Hasta siempre, Comandante.



¡Fidel, el inmorible!























Impresionante, conmovedora y a la vez estimulante fue la ceremonia que vivimos en la Plaza de la Revolución en la que el pueblo cubano y los invitados que llegamos desde los cuatro puntos cardinales despedíamos al Comandante Fidel Castro Ruz. Un mar de gente trataba de ocultar su tristeza oceánica, disimular una lágrima imprevista, y mirar, con temprana melancolía, la estatua del Apóstol que presidía los ideales y las convicciones de un pueblo digno, soberano y combativo: siempre respaldado con los inmensos retratos de Camino Cienfuegos y el Che.
En el salón “Granma” están las cenizas del estadista, del guerrillero invicto, del ingenioso conductor de una revolución que nos reconcilia con la condición humana, del padre y amigo entrañable. La notable periodista argentina Stella Calloni, con quien tuvimos la fortuna de estar en más de una ocasión con Fidel, acaso adivinando mi desolación infinita, escucho que me dice con ternura, como para darme ánimos: ” contemplando a todo este pueblo, puedo decir que Fidel es un inmorible”. Yo no sé si existe esa palabra, pero sí sé que ahora, Fidel, el comandante, El Caballo, galopa para siempre por confines insospechados, porque en verdad es un inmorible, como el sol.
Bien dice Pepe Mujica que tan sólo de ver a Fidel, de conversar con él, era como rejuvenecer, de empaparse de esperanzas para continuar nuestras luchas por un mundo mejor.  Fidel se ha ido, pero escuchamos su tambor, su voz amable que nos dice como nadie: “Desmaya, eso, muchacho, desmaya” cuando andábamos extraviados en nuestras apresuradas apreciaciones.
¿Dónde está Fidel?, preguntó Daniel Ortega. “Aquí”. Era un huracán sonoro que venía del batey humilde, de los mambises aguerridos, del malecón amoroso, de la Sierra Maestra, de Alegría de Pio, de Girón, del período especial. “Aquí” dijo el pueblo martiano, agradecido, que no despedía sino saludaba a su hijo inmortal. Y aquí estamos con Fidel, en estas altas horas de dolor y de esperanza. Aquí estamos para luchar contra el bloqueo del imperio, aquí estamos para demandar la vuelta a la patria cubana de Guantánamo. Aquí estamos, siempre solidarios frente a las amenazas, las agresiones, las provocaciones. ¡Viva Cuba! ¡Siempre es 26!



Raúl Castro: “La permanente enseñanza de Fidel es que sí se puede”

























Discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en el acto político en homenaje póstumo al Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Casto Ruz, en la Plaza Mayor General Antonio Maceo Grajales, de Santiago de Cuba, el 3 de diciembre de 2016, “Año 58 de la Revolución”.
Estimados Jefes de Estado y de Gobierno;
Destacadas personalidades que nos acompañan;
Compatriotas que se encuentran hoy aquí en representación de las provincias orientales y el Camagüey;
Santiagueras y santiagueros;
Querido pueblo de Cuba:
En la tarde de hoy, tras su arribo a esta heroica ciudad, el cortejo fúnebre con las cenizas de Fidel, que reeditó en sentido inverso la Caravana de la Libertad de enero de 1959, realizó un recorrido por sitios emblemáticos de Santiago de Cuba, cuna de la Revolución, donde, al igual que en el resto del país, recibió el testimonio de amor de los cubanos.
Mañana sus cenizas serán depositadas en una sencilla ceremonia en el Cementerio de Santa Ifigenia, muy cerca del mausoleo del Héroe Nacional José Martí; de sus compañeros de lucha en el Moncada, el Granma y el Ejército Rebelde; de la clandestinidad y las misiones internacionalistas.
A pocos pasos se encuentran las tumbas de Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, y de la legendaria Mariana Grajales, madre de los Maceo, y me atrevo a improvisar en este acto, que también madre de todos los cubanos y cubanas.  Cercano también está el panteón con los restos del inolvidable Frank País García, joven santiaguero, asesinado por esbirros de la tiranía batistiana con apenas 22 años, un mes después de que cayera combatiendo en una acción en esta ciudad su pequeño hermano Josué.  La edad de Frank no le impidió acumular una ejemplar trayectoria de combate contra la dictadura, en la que se destacó como jefe del levantamiento armado de Santiago de Cuba, el 30 de noviembre de 1956, en apoyo al desembarco de los expedicionarios del Granma, así como la organización del decisivo envío de armamento y combatientes al naciente Ejército Rebelde en la Sierra Maestra.
Desde que se conoció, ya tarde en la noche del 25 de noviembre, la noticia del deceso del líder histórico de la Revolución Cubana, el dolor y la tristeza se adueñaron del pueblo que, profundamente conmovido por su irreparable pérdida física, demostró entereza, convicción patriótica, disciplina y madurez al acudir de forma masiva a las actividades de homenaje organizadas y hacer suyo el juramento de fidelidad al concepto de Revolución, expuesto por Fidel el Primero de Mayo del año 2000.  Entre los días 28 y 29 de noviembre millones de compatriotas estamparon sus firmas en respaldo a la Revolución.
En medio del dolor de estas jornadas nos hemos sentido reconfortados y orgullosos, una vez más, por la impresionante reacción de los niños y jóvenes cubanos, que reafirman su disposición a ser fieles continuadores de los ideales del líder de la Revolución.
En nombre de nuestro pueblo, del Partido, el Estado, el Gobierno y de los familiares reitero el agradecimiento más profundo por las incontables muestras de afecto y respeto a Fidel, sus ideas y su obra, que continúan llegando desde todos los confines del planeta.
Fiel a la ética martiana de que “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”, el líder de la Revolución rechazaba cualquier manifestación de culto a la personalidad y fue consecuente con esa actitud hasta las últimas horas de vida, insistiendo en que, una vez fallecido, su nombre y su figura nunca fueran utilizados para denominar instituciones, plazas, parques, avenidas, calles u otros sitios públicos, ni erigidos en su memoria monumentos, bustos, estatuas y otras formas similares de tributo.
En correspondencia con la determinación del compañero Fidel, presentaremos al próximo período de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, las propuestas legislativas requeridas para que prevalezca su voluntad.
Con razón, el querido amigo Bouteflika, presidente de Argelia, expresó que Fidel poseía la extraordinaria capacidad de viajar al futuro, regresar y explicarlo.  El 26 de Julio de 1989, en la ciudad de Camagüey, el Comandante en Jefe predijo, con dos años y medio de antelación, la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista, y aseguró ante el mundo que si se dieran esas circunstancias, Cuba continuaría defendiendo las banderas del socialismo.
La autoridad de Fidel y su relación entrañable con el pueblo fueron determinantes para la heroica resistencia del país en los dramáticos años del período especial, cuando el Producto Interno Bruto cayó un 34,8% y se deterioró sensiblemente la alimentación de los cubanos, sufrimos apagones de 16 y hasta 20 horas diarias y se paralizó buena parte de la industria y el transporte público.  A pesar de ello se logró preservar la salud pública y la educación a toda nuestra población.
Vienen a mi mente las reuniones del Partido en los territorios: oriental, en la ciudad de Holguín; central, en la ciudad de Santa Clara, y occidental, en la capital de la república, La Habana, efectuadas en julio de 1994 para analizar cómo enfrentar con mayor eficiencia y cohesión los retos del período especial, el creciente bloqueo imperialista y las campañas mediáticas dirigidas a sembrar el desánimo entre la ciudadanía.  De esas reuniones, incluyendo la de occidente, que presidió Fidel, salimos todos convencidos de que, con la fuerza y la inteligencia de las masas cohesionadas bajo la dirección del Partido, sí se podía y se pudo convertir el período especial en una nueva batalla victoriosa en la historia de la patria.
Entonces pocos en el mundo apostaban por nuestra capacidad de resistir y vencer ante la adversidad y el reforzado cerco enemigo; sin embargo, nuestro pueblo bajo la conducción de Fidel dio una inolvidable lección de firmeza y lealtad a los principios de la Revolución.
Al rememorar esos difíciles momentos, creo justo y pertinente retomar lo que sobre Fidel expresé el 26 de Julio de 1994, uno de los años más difíciles, en la Isla de la Juventud, hace más de 22 años, cito:  “…el más preclaro hijo de Cuba en este siglo, aquel que nos demostró que sí se podía intentar la conquista del Cuartel Moncada; que sí se podía convertir aquel revés en victoria”, que logramos cinco años, cinco meses y cinco días, aquel glorioso Primero de Enero de 1959, esto último añadido a las palabras textuales que dije en aquella ocasión.
Nos demostró “que sí se podía llegar a las costas de Cuba en el yate Granma; que sí se podía resistir al enemigo, al hambre, a la lluvia y el frío, y organizar un ejército revolucionario en la Sierra Maestra tras la debacle de Alegría de Pío; que sí se podían abrir nuevos frentes guerrilleros en la provincia de Oriente, con las columnas de Almeida y la nuestra; que sí se podía derrotar con 300 fusiles la gran ofensiva de más de 10 000 soldados”, que al ser derrotados el Che escribió en su Diario de Campaña, que con esa victoria se le había partido la columna vertebral al ejército de la tiranía; “que sí se podía repetir la epopeya de Maceo y Gómez, extendiendo con las columnas del Che y Camilo la lucha desde el oriente hasta el occidente de la isla; que sí se podía derrocar, con el respaldo de todo el pueblo, la tiranía batistiana apoyada por el imperialismo norteamericano.
 “Aquel que nos enseñó que sí se podía derrotar en 72 horas” y aún menos, “la invasión mercenaria de Playa Girón y proseguir al mismo tiempo la campaña para erradicar el analfabetismo en un año”, como se logró en 1961.
Que sí se podía proclamar el carácter socialista de la Revolución a 90 millas del imperio, y cuando sus naves de guerra avanzaban hacia Cuba, tras las tropas de la brigada mercenaria; que sí se podía mantener con firmeza los principios irrenunciables de nuestra soberanía sin temer al chantaje nuclear de Estados Unidos en los días de la Crisis de los misiles en octubre de 1962.
“Que sí se podía enviar ayuda solidaria a otros pueblos hermanos en lucha contra la opresión colonial, la agresión externa y el racismo.
 “Que sí se podía derrotar a los racistas sudafricanos, salvando la integridad territorial de Angola, forzando la independencia de Namibia y asestando un rudo golpe al régimen del apartheid.
 “Que sí se podía convertir a Cuba en una potencia médica, reducir la mortalidad infantil a la tasa más bajas del Tercer Mundo, primero, y del otro mundo rico después; porque en este continente por lo menos tenemos menos mortalidad infantil de menores de un año de edad que Canadá y los propios Estados Unidos, y, a su vez, elevar considerablemente la esperanza de vida de nuestra población.
 “Que sí se podía transformar a Cuba en un gran polo científico, avanzar en los modernos y decisivos campos de la ingeniería genética y la biotecnología; insertarnos en el coto cerrado del comercio internacional de fármacos; desarrollar el turismo, pese al bloqueo norteamericano; construir pedraplenes en el mar para hacer de Cuba un archipiélago cada vez más atractivo, obteniendo de nuestras bellezas naturales un ingreso creciente de divisas.
 “Que sí se puede resistir, sobrevivir y desarrollarnos sin renunciar a los principios ni a las conquistas del socialismo en el mundo unipolar y de omnipotencia de las transnacionales que surgió después del derrumbe del campo socialista de Europa y de la desintegración de la Unión Soviética.
 “La permanente enseñanza de Fidel es que sí se puede, que el hombre es capaz de sobreponerse a las más duras condiciones si no desfallece su voluntad de vencer, hace una evaluación correcta de cada situación y no renuncia a sus justos y nobles principios.”  Fin de la cita.
Esas palabras que expresé hace más de dos décadas sobre quien, tras el desastre del primer combate en Alegría de Pío, del que pasado mañana se cumplirán 60 años, nunca perdió la fe en la victoria, y 13 días después, ya en las montañas de la Sierra Maestra, un 18 de diciembre del año mencionado, al reunir siete fusiles y un puñado de combatientes, exclamó: “¡Ahora sí ganamos la guerra! (Aplausos y exclamaciones de: “¡Fidel, Fidel! ¡Ese es Fidel!”)
Ese es el Fidel invicto que nos convoca con su ejemplo y con la demostración de que ¡Sí se pudo, sí se puede y sí se podrá! (Aplausos y exclamaciones de: “¡Sí se puede!)  O sea, repito que demostró que sí se pudo, sí se puede y se podrá superar cualquier obstáculo, amenaza o turbulencia en nuestro firme empeño de construir el socialismo en Cuba, o lo que es lo mismo, ¡Garantizar la independencia y la soberanía de la patria!
Ante los restos de Fidel en la Plaza de la Revolución Mayor General Antonio Maceo Grajales, en la heroica ciudad de Santiago de Cuba, ¡Juremos defender la patria y el socialismo! (Exclamaciones de: “¡Juramos!)  Y juntos reafirmemos toda la sentencia del Titán de Bronce: “¡Quien intente apropiarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha!



Un legado de Fidel para el mundo: teoría y práctica.


























Desde sus estudios secundarios en los años 1950, Fidel Castro empezó a familiarizarse con los escritos y las actividades de José Martí, entre otros cubanos del siglo XIX que lucharon por la justicia social y la independencia de España. Fidel leyó los 28 volúmenes de la obra de Martí. También estudió los trabajos y las actividades prácticas de Marx, Engels y Lenin. Analizó y profesaba un gran respeto por la revolución bolchevique. En el primer período de sus admirables estudios autodidácticos, vivió y fue activo políticamente, no solamente en Cuba sino también en otros países latinoamericanos, como en República Dominicana. Las tradiciones e ideas revolucionarias de la región influyeron también en su manera de pensar. Éstas absorbieron su pensamiento y su espíritu político como revolucionario de una rápida evolución, listo a entregar su vida por la causa de los más vulnerables. Su sed por familiarizarse con las diferentes tendencias del pensamiento y la acción política cubana e internacional lo acompañó toda su vida.
Entre muchos otros aspectos, el legado de Fidel reside en su singular capacidad para unir la teoría y la práctica. Y lo hizo, teniendo en cuenta su longevidad política sin precedentes históricos, como ningún otro revolucionario del siglo XX y de comienzos del siglo XXI. Gabriel García Márquez, icono del pensamiento latinoamericano, quien lo conoció muy bien personalmente, escribió que Fidel es “el antidogmático por excelencia” (“A Personal Portrait of Fidel Castro.” In Fidel Castro, Fidel: My Early Years, Ocean Press, Melbourne, 1998, página 17). Vale la pena detenernos a reflexionar acerca de la evaluación del alcance del antidogmatismo de Fidel.
El Che Guevara vivió y luchó con Fidel Castro en el centro de la Sierra Maestra, y luego del triunfo de 1959. Estando en Bolivia, el 26 julio de 1967, aniversario del ataque a Moncada, el Che escribió en su diario boliviano acerca del “significado del 26 julio, como una rebelión contra las oligarquías y contra los dogmas revolucionarios” (Ernesto Che Guevara, The Bolivian Diary of Ernesto Che Guevara, Pathfinder Press, Montreal, 1994, página 239). Sí, usted leyó correctamente: “dogmas revolucionarios”. Fidel y el movimiento que lideró fueron forzados a irse contra la corriente dominante de la izquierda en aquel momento en Cuba, abriendo para ello el camino de la lucha armada por medio del ataque a dos cuarteles de Batista, entre ellos el de Moncada. De esta manera, esta rebelión fue también una revuelta contra esta izquierda, incapaz de entender ese momento histórico. Desde el punto de vista de una parte de la izquierda, Moncada no fue “políticamente correcto”. Parte de la izquierda, tanto en Cuba como a nivel internacional, difamaron a Fidel Castro como el protagonista de un “golpe pequeñoburgués” por esta vanguardista rebelión contra el Moncada. Supuestamente, ésta acción fue considerada como no justificada por los seguidores de los “manuales” marxistas, vistos por ellos como dogmas fijos en el tiempo y el espacio, antes que como una guía para la acción. Fidel dio un giro al pensamiento y a la práctica revolucionarios. Las estrategias y condiciones de los bolcheviques no fueron las mismas que existían en Cuba en los años 1950, que llevaron al triunfo de la revolución en 1959. La situación actual de Cuba tampoco es la misma que en 1959. Tan sólo una revolución como la cubana, depurada del dogmatismo, puede navegar en un mundo en cambio permanente.
En los años 1950, Fidel logró que la tendencia recalcitrante de la izquierda cubana se uniera a la causa. Lo hizo a través de las acciones del Movimiento 26 de julio, dentro de un espíritu de autosacrificio y del nuevo pensamiento político. Éste último, expresado en su discurso “La historia me absolverá”, constituyó su defensa ante el juicio seguido a su captura, después de la derrota de Moncada. Todos estos factores combinados sacudieron profundamente a Cuba, algo que tan sólo podía producir un pensador independiente, junto con sus colaboradores.
Lo demás es historia. ¡Pero no! ¿Cuántas veces luchó Fidel Castro contra la corriente y sacó a Cuba del callejón sin salida del desastre? Tan sólo una ilustración: en 1991, Fidel rechazó las reformas de Mijaíl Gorbachov y la capitulación ante Estados Unidos. De hecho, previó la caída de la URSS dos años antes de que ésta sucediera. ¿Dónde este requisito de resistencia y rebelión de vida y muerte, es expresado explícitamente en cualquiera de los trabajos de Marx, Lenin o José Martí? Aún si todas estas figuras políticas transpiran los principios, las ideas y la devoción del autosacrificio por la causa del pueblo que son aplicados a tales desafíos impredecibles. No obstante, aún con esta herencia del siglo XX y comienzos del siglo XXI, durante los amenazantes y turbulentos tiempos desconocidos entre finales de 1980 y 1991, los mismos revolucionarios cubanos debieron crear el camino a seguir. Estados Unidos esperaba la oportunidad, lamiendo sus heridas, con la idea de que Cuba cayera. ¿Dónde podría estar Cuba ahora si no hubiese roto relaciones en aquella época para de nuevo permanecer fiel a su tradición antidogmática, permitiendo así guiarse por nuevas ideas y orientaciones?
De esta manera, el legado de Fidel reside en su capacidad para unir la teoría y la práctica —o la práctica y la teoría, a través del análisis de las “condiciones concretas”. Es cierto que este “análisis” presupone un punto de vista teórico. Sin embargo, esta perspectiva, aplicada a la noción de “condiciones concretas”, significó observar el mundo concreto y comprender las necesidades y aspiraciones de las grandes mayorías del pueblo cubano en un momento determinado. Esta capacidad para unir, intrínseca y consistentemente, la teoría y la práctica, contribuyó a la formación de un revolucionario como Fidel.
Algunos podrían decir que al tratar este liderazgo ejemplar de Fidel acerca de la teoría y la práctica, se podría caer en la individualización de Fidel y así en la personalización de la Revolución cubana en detrimento del papel jugado por el pueblo y sus más cercanos colaboradores. Sin embargo, nada puede estar más lejos de la verdad. ¿En qué otra fuente, si no es en el pueblo, tiene éxito este análisis concreto y estas condiciones concretas? Las condiciones concretas corresponden al pueblo y a su continuo movimiento. La teoría y la práctica son inseparables cuando se trata de Fidel.
Adicionalmente a esta lección de método, manifestaciones concretas tales como sus pronunciamientos acerca de una miríada de temas domésticos e internacionales, hacen parte de su legado. En 2001, por ejemplo, dijo: “revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado”. Esto dio a los cubanos una orientación práctica en la actividad política cotidiana. En 2005, cuando hacía frente a problemas domésticos, dijo: “Este país puede autodestruirse. Esta revolución puede autodestruirse, pero ellos [los poderes extranjeros] nunca podrán destruirnos; podremos destruirnos a nosotros mismos, y esto sería culpa nuestra”. En el complejo contexto del tema de las relaciones Cuba-Estados Unidos, desde el 17 de diciembre de 2014 Fidel expresó sus opiniones en varias ocasiones. Éstas no son solamente pertinentes sino necesarias para guiar las políticas cubanas actuales y futuras, así como para despertar la conciencia en la gente progresista del mundo entero con relación a estas polémicas preocupaciones internacionales.
No se puede sobrestimar el papel del individuo en la historia, pero sería engañoso subestimarlo. Charles Darwin, por ejemplo, fue un naturalista que postuló las teorías de la evolución y de la selección natural. Darwin rompió el molde estudiando los trabajos de otros científicos a quienes había consultado y, más importante aún, resultó ser el análisis de la naturaleza que hizo por su propia cuenta. De forma similar, Marx siguió este camino para hacer sus propios descubrimientos en el pensamiento social y político. Aun cuando no estoy comparando a Fidel con Darwin o Marx —pues él mismo condenaría una comparación tan injustificada, el principio del papel que juega la determinación individual en la apertura de nuevos caminos hasta ahora inexplorados, estableciendo vínculos entre el pensamiento y las condiciones, se aplica a Fidel. Es un arquetipo sobresaliente del siglo XX y hasta bien entrado el siglo XXI, ya que su pensamiento y su ejemplo serán aplicables por lo menos durante varias décadas más en este siglo.
Fidel fue una figura política que pensó por sí mismo. Sin embargo, su enfoque se basó ante todo en principios revolucionarios. Antidogmático por excelencia, en Fidel la teoría y la práctica del movimiento de los más vulnerables de Cuba fue entrelazada con cada uno de ellos, hasta el punto que cada uno fue indistinguible por sí solo. Él triunfó en su camino más allá que nadie más desde 1940 hasta el 11 octubre de 2016, última ocasión en que sus palabras fueron publicadas. Sin embargo, Fidel tuvo la última palabra el 25 noviembre de 2016 cuando Cuba —un pequeño país del tercer mundo, bloqueado, que tan sólo 56 años atrás rompió las ataduras de 500 años de colonialismo e imperialismo— fue el centro del mundo, sin dejar a nadie, amigos o enemigos, indiferente frente a este gigante de la teoría y la práctica. En la larga vida y obra de Fidel Castro, nunca se presentó una brecha entre la teoría y la práctica: éstas fueron una sola. Este legado, aplicable universalmente, hace ahora parte del camino a seguir por los sectores progresistas de la humanidad, por la gente vinculada a las fuerzas de izquierda y por los revolucionarios.



Dicen de Fidel




















 Dicen que no quiso llegar al 2017, después de vivir casi un siglo.
Dicen que antes de irse, dio gracias a la vida a la que ha revolucionado tanto.
Dicen que en el momento de partir, Fidel miró hacia atrás, y vio a Cuba de pie.
Dicen que se volvió una vez más, y mirando al pueblo cubano, con su voz finita de intimidad, le dijo que no afloje, que siga el camino. Que volverían a encontrarse en cada esquina de la historia, cantando juntas y juntos, en clave de sol.
Dicen que Fidel tenía una sonrisa en los labios, porque sentía que en el viaje se encontraría con Chávez, con Camilo, con Celia, con Haydée, con el Che… a quienes extrañaba tanto siempre, como a la victoria.
Dicen que Fidel se fue soñando nuevas revoluciones en distintos pueblos y galaxias.
Dicen que dijo, antes de marcharse, que ahora nos tocará a nosotras, a nosotros, seguir abriendo a machete los surcos de la vida nueva.
Dicen que dijo que lo había dado todo, pero todito todo, en el esfuerzo de sembrar y cosechar dignidad en los territorios arrasados.
Dicen que Fidel quedó grabado en la zafra millonaria, en playa
Girón, en ese pueblo sin analfabetos, en los centros de salud, en los campos de Angola, en las misiones internacionalistas de médicos, médicas, alfabetizadores/as y guerrilleros/as generosamente desparramados por el mundo.
Dicen que antes de partir se rió en las narices de Trump, se burló de su recién estrenado despotismo, y cumplió su última misión, desbloqueando -a codazos con el poder mundial- los bordes de la historia.
Dicen que el necio gigantón ya no está para charlarnos por horas de lo humano y lo divino, haciendo del discurso interminable la revolución permanente, la pedagogía del decir y del hacer. Dicen que sus palabras no quedaron atrapadas en los libros, sino en los corazones apasionados, y en las manos creadoras de los pueblos.
Dicen que el necio se murió como vivió, acunado por el amor de su gente, que hace de Fidel ladrillos y semillas; que hace de
Fidel fuego y rebeldía; que hace de Fidel un rincón de la utopía colectiva que encendemos cotidianamente las mujeres y los hombres del pueblo.
Dicen que entró caminando en la historia, con su barba larga y su chaqueta verde oliva.
Dicen que el silencio retumbó en los continentes olvidados.
Dicen que de muchos silencios se hizo el grito que nos desgarró el alma.
Dicen que Fidel se fue, y dicen que ya está llegando.
Dicen que nuestros corazones se agrandan para recibirlo entero.
Dicen que nuestras emociones no gritan, sino susurran, como un gesto profundo, necesario, y como un compromiso: Gracias Fidel. Hasta la victoria siempre.


Mensaje de la Brigada médica en Trinidad y Tobago ante el fallecimiento del Comandante Fidel Castro.


Comandante:
Conocer de su partida, ha dejado en nosotros un profundo dolor, decirle estas palabras sabiendo que serán las últimas alberga un gran sufrimiento. Sabemos que su camino no ha sido fácil, por eso sus sueños, ideas, ilusiones y reflexiones junto a su historia, siempre lo compartiremos. Gracias por enseñarnos el camino templado, razonable, equitativo y justiciero de nuestra Revolución, por enseñarnos a pensar, añorar y sobre todo amar a nuestra patria. No tenemos duda que cada experiencia vivida de su historia ha contribuido a la sólida base de nuestros principios. Físicamente ha llegado a su fin, pero esté seguro que estará presente por la eternidad en nuestros corazones, confíe en nosotros, seguiremos sus pasos, su lucha hasta alcanzar la meta de sus sueños, nos corresponde a nosotros seguir su misión, hay mucho camino que recorrer, no nos dejaremos vencer. El mundo entero sabrá que con el silencio de su corazón su rol en este planeta no ha finalizado, su legado lo llevaremos a cada rincón de este universo.
Un gran abrazo, descanse en Paz.


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